11.22.63 (22 de noviembre de 1963)


Ni soy fan de Stephen King ni tengo especial predilección por el asesinato de JFK. Aun así, cuando una amiga me recomendó 11.22.63 porque «va de viajes en el tiempo y engancha, ya verás, te va a gustar», decidí darle una oportunidad. Lo de los viajes en el tiempo me fascina, supongo que es uno de los motivos por los que me encantan Doctor Who, Outlander, El Ministerio del Tiempo, Regreso al Futuro, Heroes y todas las películas del estilo de Big —creo que fue la pionera moderna o, al menos, es la más famosa—, en las que se va y se viene en la historia de uno para enmendar errores, aprovechar oportunidades… y ver cómo cambia la vida. (De este tipo, una de mis favoritas es El sueño de mi vida, con una magnífica Jennifer Garner y un siempre, siempre, siempre maravilloso Mark Ruffalo). 

Tras esta introducción sobre mi amor infinito por las series y películas sobre saltos y viajes en el tiempo, ya me centro en 11.22.63, tranquilos. En efecto, mi amiga tenía razón, la serie engancha. Tiene una dinámica, una trama y un ritmo que hacen que sea difícil ver un único episodio (de hecho, confieso que devoré la serie en un fin de semana). Se trata de una miniserie de 8 capítulos, lo que suele gustarme, pues me recuerda las series británicas y eso siempre es un punto positivo.

Como decía al principio, el tema no me interesa especialmente, el asesinato de JFK me importa poco o menos y una serie que se centra en viajar en el tiempo para intentar evitar su asesinato aquel 22 de noviembre de 1963, de ahí el título, pues en principio no me atraía demasiado. 

Fuente: YouTube



Pese a mi reticencia inicial, al empezar a verla me sorprendió gratamente. La historia está bastante bien construida y, dentro de la fantasía de los viajes en el tiempo, resulta creíble. El punto de partida es la existencia de un portal o una puerta del tiempo dentro de un típico diner actual, en 2016, que conduce a un día concreto de 1960 en ese mismo lugar de Maine, EEUU. A diferencia de El Ministerio del Tiempo, cada vez que se cruza esa puerta se aterriza en el mismo momento de 1960, es decir, se podría ir una y otra vez a ese punto para intentar cambiar lo que sea y, si no sale bien, regresar a 2016 y volver a intentarlo. Algo así como un bucle, pero pudiendo regresar al presente cuando se quiera. 

Como siempre que hay viajes en el tiempo, hay que tener cuidado con el efecto mariposa, too many butterflies, como diría mi querido Hiro Nakamura. Pero tampoco hay que tener demasiado cuidado ni pensar mucho porque, y este es uno de los puntos que no me gustó de esta serie, si el protagonista cambia o intenta cambiar demasiadas cosas, hay unas extrañas fuerzas que evitan o intentan evitar que se salga con la suya. A lo largo de los episodios hay unos cuantos momentos de este tipo que aportan el toque Stephen King efecto-suspense-terror-mariposa. 

El protagonista, que aún no os lo había presentado, es Jake Epping —interpretado por un James Franco que parece que en realidad pertenece a esa época—, un profesor de literatura con una vida algo triste. Por eso, cuando un amigo le encarga continuar con su misión personal: evitar el asesinato de JFK y, en todo caso, averiguar quién lo hizo, decide aceptar. Tras prepararse para el viaje con toda la información que va a necesitar, la historia discurre entre 1960 y 1963, en esa época que les gusta tanto a los estadounidenses, con sus coches horteras, su música y sus bailes, su más que evidente racismo, machismo, etc. Vamos, como Regreso al Futuro, pero bastante más realista en la crítica social. 

Si os gusta esa época, os gustará, seguro. Si, como a mí, os da un poco igual, el ritmo y la trama os engancharán. Alrededor de la misión central se suceden numerosas historias (de amistad y, sobre todo, de amor) que cobran más importancia que la principal. Ello hace que al espectador le resulte bastante fácil ponerse en la piel del protagonista, alterarse, preocuparse, enamorarse… con él. 

Hasta aquí todo bien, buena historia, buen ritmo, personajes bien perfilados, pero en el último capítulo se tuerce todo. AVISO: a partir de aquí no lo destripo, pero hablo un poco del final, estáis avisados.

Como toda serie que lleve el nombre de J. J. Abrams por algún lado, el problema es el final. Yo ya me lo temía cuando empecé a verla e imaginaba que no me iba a gustar el desenlace, porque este hombre no sabe terminar las series (¿os acordáis del final de Alias? ¿Y del de Lost? Pues eso). 

No voy a dar demasiados detalles porque quiero que la veáis y me deis vuestra opinión, pero ya os digo que el desenlace es extremadamente conservador. Soy consciente de que la serie está dirigida a un público estadounidense que, supongo, desea salvarle la vida a JFK, así que no me debería de extrañar que el mensaje sea taaaaaan puritano: no se puede cambiar el destino. 

Pues no estoy de acuerdo, señor King, J. J. o quienquiera que sea el responsable de ese final. Si uno se esfuerza, puede conseguir cambiar las cosas una y mil veces, reinventarse o no hacer nada y quedarse encerrado donde sea si no le apetece salir de su casa. Esa moralina del destino y de que no se pueden cambiar las cosas es, a mi juicio, una soberana tontería que pretende que la gente sea conformista y esté aborregada. 

Por eso, prefiero una trama como, entre otras, la de Al filo del mañana en la que se puede intentar una y mil veces cambiar la historia hasta que se logra vencer al monstruo, ya sea éste un alien o uno mismo. 

Pese al regusto rancio y conservador del final, es una serie recomendable. 

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