La modista: la venganza vuelve a estar de moda

Por @tramadelanas

Revenge is back in fashion
Tengo debilidad por Kate Winslet desde que protagonizó Sentido y sensibilidad. Cualquier actriz que interprete maravillosamente un personaje de Jane Austen merece todo mi respeto. Además de mi devoción por todo lo que desprenda aroma austeniano, a lo largo de los años Kate Winslet ha demostrado que es una profesional como la copa de un pino y soy fiel seguidora de todo lo que toca esta jovencita (para mí siempre será la joven Marianne Dashwood).
Fuente: Wikipedia


Por todo lo anterior, cuando leí que había rodado una película, basada en una novela de la autora australiana Rosalie Ham, sobre una modista que volvía a su pueblo natal australiano en los años 50 a reconciliarse con su pasado, pensé inmediatamente «tengo que verla». Esta semana pude hacerlo y aquí estoy para recomendársela a todo aquel que disfrute con las tragicomedias pintorescas. Ahora os explico a qué me refiero (sin destripar demasiado la trama, tranquilos).

Australia, 1951. Un pueblo de mala muerte en medio de la nada. Una chica vestida de forma muy elegante, con aspecto de saber qué y cómo quiere hacer las cosas, ataviada con una maleta y una máquina de coser, llega a la estación de tren del pueblo en medio de la noche. El comienzo promete, ¿no?

Tilly, que así se llama la protagonista, llega a su pueblo, el que la desterró cuando era pequeña, con la intención de averiguar la verdad sobre su pasado. Así, vamos conociendo a los habitantes del pueblo —cada cual más pintoresco— que no disimulan en absoluto su aversión hacia la hija pródiga recién llegada y, por tanto, resultan de poca ayuda para que Tilly resuelva el misterio sobre su pasado. Su habilidad para transformar a las mujeres del pueblo con sus trajes a medida, su tesón para recuperar la relación con su madre —que parece haber perdido la cabeza— y su determinación para hallar la verdad son las claves para que consiga reconstruir el puzzle.

Ahora que ya sabéis de qué va, comentaré los puntos positivos. La película es divertida, algo que no esperaba, los habitantes del pueblo están muy caricaturizados, tanto que me hicieron bastante gracia —y no soy de risa fácil— y Kate está magnífica. La historia encaja, el mensaje es muy positivo y el final es brutal. Se me escapó un aplauso, con eso lo digo todo. Los personajes principales, Tilly y su madre, interpretada maravillosamente por la actriz australiana Judy Davis, son la columna vertebral de la historia y sólo por ellas merece la pena ir a verla. Los golpes de locura, sinceridad y mal genio de Molly, la madre, son de lo mejorcito de la película.

En el lado negativo, tengo que criticar un par de cosas: la primera y más importante es que hay un giro dramático en la historia que es total y absolutamente innecesario. No está justificado y le deja a uno un mal cuerpo que... vamos, para llamar a la autora del libro (o al  guionista) y decirle un par de cosas. Da la sensación de buscar la lágrima y no, no lo consigue, lo que consigue es sorpresa y, en mi caso, enfado. El otro detalle que no me gustó es que no sabemos por qué ha vuelto Tilly precisamente ahora, treinta años después, al pueblo. Sí se comenta de forma fugaz y creo que sería interesante incidir algo más en ello. Por último, parte de la historia es algo previsible.

Pese a los puntos negativos, es una comedia diferente, divertida, con golpes algo surrealistas y sorprendentes. El mensaje es muy positivo: con el paso del tiempo se pueden superar los traumas de la infancia, se pueden cerrar las heridas y, con tesón, trabajo y, confesémoslo, algo de venganza, se puede volver a empezar una, dos y las veces que haga falta. El broche final es magnífico, muy inspirador.

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