Por @SilviaP3
Hay pelĂculas que te sacuden el
alma. Esas historias que, cuando terminan, te das cuenta de que tienes la piel
de gallina y una enorme congoja en la garganta que te balancea entre la
conmociĂłn, la pena y la reflexiĂłn.
FUENTE: Wikipedia |
La Dama de Oro (Woman in Gold, 2015) es de esas
pelĂculas. Ciertamente, para el gran pĂşblico ha resultado ser una de tantas otras de las que pasan por
nuestras carteleras con más pena que gloria, duran poco en los cines, si es que
llegan a ellos, y en seguida desaparecen; pero eso es tan injusto como absurdo.
La historia de MarĂa Altmann, sobrina de la modelo del famoso retrato que lleva su nombre Adele Bloch-Bauer l, de Gustave Klimt, en el
afán de devolver la memoria y restituir las obras de arte
robadas a su familia durante la Segunda Guerra Mundial, deberĂa ser visiĂłn
obligada.
No estamos ante una pelĂcula sobre el Holocausto o una historia sobre la guerra, tampoco ante un relato cruento de los hechos o un drama lacrimĂłgeno, sino ante una trama legal en la que se nos cuenta la particular lucha que emprende Altmann para recuperar, entre otras obras, el retrato de su tĂa, sesenta años despuĂ©s de verse obligada a abandonar Viena.
La Dama de Oro, cuyo tĂtulo hace
referencia al «Retrato de Adele Bloch-Bauer I» de Klimt, y que fue llamado asĂ en la Alemania nazi para eliminar por completo la
referencia a la mujer judĂa que habĂa sido plasmada en la obra, es una pelĂcula
hermosa. Delicadamente rodada, con una protagonista como Helen Mirren, que interpreta magistralmente a Altmann, y con
un creĂble Ryan Reynolds en el papel del abogado, nieto del compositor Schonberg, que
ayuda a aquella en esta batalla, se nos conduce por un viaje
emocional y psicolĂłgico, que afronta unos hechos
que jamás deberĂan olvidarse, desde una perspectiva familiar, apta para todos los pĂşblicos, sin dejar de mostrar las injusticias, la polĂtica y la necesidad de divulgar una historia que todavĂa se desconoce.
Al final,
después de su visionado, es inevitable ser conscientes de hasta qué punto somos nuestra memoria. Y resulta también inevitable reflexionar sobre aquellos que dicen que olvidar el pasado es
necesario para evitar conflictos. Craso error. El pasado es lo que somos. Somos
el resultado de lo que fuimos. Y, desde luego, no morimos si somos recordados; aunque a otro nivel, nunca está de más repetir eso de que es necesario no
olvidar para que la historia no vuelva a repetirse. AsĂ pues, y ya sĂłlo por ese motivo,
a mayores de lo exquisitamente filmada que está, y de esa magnĂfica Mirren, vale la pena recomendar La
Dama de Oro.
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