Not everyone deserves a happy ending
Daredevil se une a la larga lista de series (y pelĂculas) de superhĂ©roes de Marvel que inundan las pantallas. Hace unos años vimos a Ben Affleck en la piel de este huĂ©rfano, hijo de un osado boxeador (Battling Jack / Red Devil), que se queda ciego en un accidente, desgracia que agudiza sus sentidos de tal forma que, sobre todo en la serie, casi olvidamos que está ciego.
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Fuente: Daredevil by Netflix |
En esta primera temporada asistimos a la construcción y evolución del personaje principal: Matt Murdock. Mediante unos flashbacks bien intercalados, conocemos su infancia, sus años de universidad, sus primeros pinitos como abogado, hasta llegar al momento actual. Hoy Matt es el defensor de causas aparentemente perdidas en el bufete cutre que tiene con Foggy, su compañero de fatigas legales. Lo que éste no sabe es que al caer la noche Matt continúa su trabajo defendiendo la otra justicia, la que no tenia cabida (hasta ahora) en una ciudad plagada de corrupción, y lo hace con una simple venda-gorro cutre que le cubre los ojos.
Efectivamente, amigos, una de las palabras claves de esta serie es cutre. La atmósfera es oscura, hay una luz amarillento-verdosa que potencia la cutrez de todos los espacios. Ya imaginaba que Hell’s Kitchen no iba a ser el colmo de la pulcritud, pero en esta serie se regocijan en la oscuridad cutre. —¿Cuántas veces he repetido la palabra clave? Pues eso—
A lo largo de los 13 episodios de la temporada, los personajes van evolucionando y la oscuridad va dejando paso a una cierta luminosidad sĂłlo aparente, pues las luchas son cada vez más trágicas. Y es que otra clave de esta historia es la lucha, sobre todo fĂsica. Las peleas son tan violentas que traspasan la pantalla. No olvidemos que Matt Murdock es hijo de un boxeador y se nota. En los primeros episodios lo vemos soltar adrenalina en un gimnasio cutre, a solas, a oscuras, allĂ donde entrenaba su padre, machacando el saco como si en Ă©ste estuvieran todas las injusticias que no puede solucionar. Con el paso de los capĂtulos asistimos a decenas de peleas, cada una con su estilo, pero todas muy violentas. Muy pronto nos queda claro que Daredevil no es un asesino, es un luchador.
Como en todas las historias de superhéroes, ha de haber un gran villano y ése es Wilson Fisk, grande en todos lo sentidos. Su entorno es el que, irónicamente o no, está más iluminado. Al igual que con Matt, nos cuentan la historia de Fisk mediante flashbacks bien estructurados. Resulta fácil entender por qué se debate entre el bien y el mal, si bien tras ver sus arrebatos de violencia todos sabemos qué camino tomará.
Los personajes hacen que la historia sea creĂble: el protagonista es un excelente luchador sin ser un guaperas (aunque tiene una voz que levanta pasiones, la mĂa en concreto), el villano y sus secuaces corruptos son malos malĂsimos, y los secundarios tienen una gran presencia, con roles bien definidos.
Pese a lo anterior, he de decir que en ciertos momentos me dio la sensaciĂłn de estar viendo una tragedia de Shakespeare, pues parecĂa que iba a morir hasta el apuntador y que me iba a salpicar algo de sangre. En otros —pocos y todos concentrados en el capĂtulo 13— me dieron ganas de levantarme del sofá y aplaudir al diablo de Hell’s Kitchen.
En definitiva, una serie oscura en todos los sentidos, con mucha violencia y escasos brotes de optimismo. Para alguien cuya cita favorita es de Hannibal (el de El equipo A, no el canĂbal) esperar al Ăşltimo episodio para que algo salga bien me ha parecido una espera excesiva. AĂşn asĂ, se la recomiendo a los sufridores del mundo televisivo, que sĂ© que sois unos cuantos.
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